HACIA LA REVOLUCIÓN MEXICANA

 



Rebeliones rurales durante el Porfiriato

Aprendizaje esperado: Analiza la multicausalidad del desarrollo económico de México y las consecuencias sociales de finales del siglo XIX y principios del XX.

Énfasis: Analizar las rebeliones rurales, pronunciamientos, leva y bandolerismo durante el Porfiriato.

Como recordarás, el proyecto de Porfirio Díaz se basó en el fortalecimiento de la institución presidencial como máxima autoridad del país, centralizando así el poder político. Así mismo, Díaz se encargó de negociar y alinear las distintas élites regionales del país, con la intención de evitar la fragmentación política que había caracterizado al país desde la Independencia en 1821. También se recurrió a la represión de cualquier tipo de oposición.

Al mismo tiempo, el gobierno porfirista logró impulsar el desarrollo económico del país al favorecer la llegada de inversiones extranjeras, el apoyo a los grandes latifundistas y el desarrollo de la infraestructura ferroviaria. El ferrocarril logró conectar varias regiones del país y así potenciar la producción enfocada en la exportación.

No obstante, el proyecto porfirista dejó fuera muchos sectores de la sociedad mexicana, empezando por los


pueblos indígenas, los que fueron severamente afectados, y esto causó no pocas revueltas rurales y los correspondientes episodios de represión.

En este contexto, las preguntas que guiarán la sesión son: ¿cuáles fueron las revueltas rurales? y ¿cómo las enfrentó el gobierno porfirista?

Anteriormente se consideraba que, con la llegada de Porfirio Díaz al poder, las revueltas rurales, uno de los eventos más característicos del siglo XIX mexicano, habían cesado casi en su totalidad, gracias a la capacidad política del régimen porfirista.

Sin embargo, en los últimos años esta percepción ha comenzado a cambiar gracias a las investigaciones realizadas por las y los historiadores en los archivos y en la prensa de la época. Como muestra de esto se puede señalar que, por ejemplo, entre los años 1891 a 1898 tuvieron lugar en México al menos dieciséis levantamientos rurales en distintas regiones del país.

A pesar de esta propensión, también es importante señalar que muchos de estos levantamientos fueron locales y limitados a uno o dos pueblos, siendo pocos los movimientos que lograban expandirse en una región completa.

Los motivos detrás de estos levantamientos variaban, algunas veces la razón principal era el despojo de las tierras por parte de las haciendas y las compañías deslindadoras, que aprovechaban las leyes para quitarles tierras a las comunidades, que poco podían hacer frente a eso.

 

Otras veces, las razones eran la inconformidad con la designación de autoridades locales, el deseo de conservar su autonomía política, la sobreexplotación laboral, cuestiones de corte religioso o la búsqueda de sobrevivencia étnica o cultural.

 

Un ejemplo claro de una de estas revueltas fue, sin lugar a duda, la rebelión de los yaquis, uno de los levantamientos rurales más conocidos de todo el periodo porfirista.

Para conocer más observa y escucha el siguiente video.

 

  1. Los Yaquis y la Revolución mexicana/INEHRM

https://www.youtube.com/watch?v=UtfV9KBlLe8&t=187s

Como se señala en el video, la política de despojo de tierras por parte de las élites locales, apoyadas a su vez por el gobierno federal, dieron pie a que el pueblo yaqui, liderado por Cajeme, se levantara en armas en 1875, exigiendo que se respetaran sus derechos sobre las tierras del fértil valle del Yaqui y se les permitiera autonomía política. Lo que siguió fue una cruenta guerra de exterminio por parte del gobierno porfirista que incluyó la deportación y esclavización de muchos miembros de este pueblo indígena.

Aunque Cajeme fue apresado y ejecutado en el año de 1887, los problemas entre el pueblo yaqui y las autoridades estatales y federales continuarían durante el resto del Porfiriato y más allá.

Algo similar a la guerra del yaqui ocurrió al otro extremo de la República Mexicana, ya que desde mediados del siglo XIX la península de Yucatán había sido el escenario de una cruenta guerra de castas entre una buena parte de los indígenas mayas y las autoridades estatales y federales mexicanas. La razón de esta sublevación fue recuperar las tierras de la península para el pueblo maya.

Este levantamiento, que abarcó casi la totalidad de la península y que en casi 50 años conllevó la muerte de alrededor de 250 000 personas, se hallaba en un punto neutral para la década de 1880, momento en el cual los rebeldes ocupaban una parte importante del este y sur de la península, con su capital en la localidad de Chan Santa Cruz. 

La situación comenzó a cambiar en 1895, cuando el gobierno porfirista envió contingentes de tropas del ejército federal para comenzar una ofensiva que lentamente fue sometiendo los terrenos orientales de la península que seguían en manos de los rebeldes.

El final de esta guerra llegó en el año de 1901, cuando las tropas federales lograron conquistar la capital maya de Chan Santa Cruz, último reducto de la rebelión indígena.

Otro ejemplo lo encuentras en la revuelta de Tomochic, un pequeño pueblo localizado en Chihuahua, que entre los años de 1891 y 1892 se levantó en armas contra el gobierno porque estaba en desacuerdo con las autoridades que les habían impuesto desde el centro y la consecuente pérdida de autonomía política, sin embargo, a diferencia de otros movimientos de la época, el levantamiento tomó connotaciones religiosas al denunciar al clero, junto con los caciques, de explotar injustificadamente al pueblo.

La rebelión comenzó en noviembre de 1891 y pronto las noticias llegaron a oídos del gobierno de Porfirio Díaz, quien decidió aplastar la revuelta por el temor a que ésta se fuera a extender por otros pueblos de la región.

Tras algunos enfrentamientos entre los tomochitecos y las fuerzas del orden, con victorias para ambos bandos, el combate final ocurrió a finales de octubre de 1892, cuando las tropas federales y auxiliares se enfrentaron por última vez a los rebeldes, saldándose la batalla con una trabajada victoria para el ejército porfirista, quienes mataron a cerca 217 tomochitecos, entre hombres, mujeres y niños.

Y como estos levantamientos podríamos también mencionar el encabezado por Antonio Díaz Manfort en la región de Misantla, Veracruz, ocurrido entre los años de 1885-1886; el de Trinidad García de la Cadena, en Zacatecas, a principios del Porfiriato, o el de Acayucan en 1906. Todos ellos fueron reprimidos de manera violenta por el gobierno porfirista, que veía en ellos un obstáculo para su proyecto de “Orden y progreso”.

Sin embargo, las revueltas campesinas no fueron lo único a lo que se tuvo que enfrentar el régimen porfirista en el ámbito rural. En esa época también se mantuvo activa en algunas partes del país el fenómeno del bandidaje, otra herencia de la fragmentación política y el estancamiento económico del siglo XIX, aunque durante el Porfiriato el fenómeno no fue tan generalizado como en los años anteriores.

Al respecto escriben las historiadoras Sandra Kuntz y Elisa Speckman, en el libro Nueva historia general de México, lo siguiente:

A medio camino entre los rebeldes sociales y los delincuentes, estaban los bandidos legendarios, vistos como vengadores o benefactores de la comunidad. A muchos —como “Chucho el Roto” o Jesús Malverde— se les atribuyó una trayectoria común: en la realidad o en el imaginario, se enamoraron de la hija de un hacendado o de un comerciante, sin permiso para casarse huyeron con su amada, fueron falsamente acusados de un delito o hasta de un asesinato y tuvieron que vivir al margen de la ley.

Así empezaron su carrera delictiva que, sin embargo —y siguiendo con la imagen legendaria—, sólo perjudicaba a los opresores y a los ricos, y los frutos obtenidos, reales o simbólicos, eran repartidos entre la comunidad.”

Parte importante de su fama pasó a la posteridad en corridos y canciones, como, por ejemplo, el corrido que escucharás a continuación sobre un bandido y rebelde que vivió en el estado de Sinaloa, Heraclio Bernal.

  1. “Corrido de Heraclio Bernal”-INAH

https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/musica%3A1824

Así, nombres como Heraclio Bernal; Leonarda Martínez, alias “la Carambada”; Simón Gutiérrez; Prisco Sánchez; Ignacio Parra; Jesús Arriaga, alias “Chucho el Roto”, o Esteban Leos se volvieron conocidos por la prensa y los rumores de la época como conocidos bandidos que se dedicaban a asaltar a los viajeros en los caminos peligrosos de la montaña o del campo en ciertas regiones. Además del asalto, también recurrieron al pillaje y el secuestro como un mecanismo para conseguir dinero y riquezas.

Ellos y sus cómplices solían repartirse la ganancia y, en algunas ocasiones, llegaban a dar parte de la ganancia a comunidades poco favorecidas, con lo que llegaron a tener cierto apoyo local.

Estas figuras también se oponían al discurso porfirista de “Orden y progreso”, si bien sus actividades no siempre las realizaban por una postura política opuesta al gobierno y a veces las llevaban a cabo por simple provecho personal. Lo que sí está claro es que ellos representaban una parte de la sociedad mexicana que no fue beneficiada por el desarrollo económico que tuvo lugar durante del gobierno de Porfirio Díaz.

Ahora bien, para hacer frente a las rebeliones rurales y al bandolerismo, el régimen porfirista recurrió al ejército federal.

Éste contaba entonces con un número reducido de soldados que no siempre estaban bien armados para los que se consideraban los estándares internacionales, a pesar de que fue constante la intención de modernizarlo. Se considera que el ejército federal porfirista estuvo compuesto por alrededor de 24 000 a 30 000 soldados.

Además del ejército permanente, también se utilizó a la policía rural, conocida como “Los rurales”, una institución fundada desde el gobierno de Benito Juárez con el objetivo de enfrentar el gran problema que representaba el bandidaje, sin embargo, en el gobierno de Porfirio Díaz su número no pasaba de 1 600 elementos en todo el territorio nacional.

Para conseguir reclutas, ambos cuerpos de seguridad solían recurrir al mecanismo conocido como “leva” o reclutamiento forzoso.

Este sistema se utilizó en México desde la Independencia y consistió en obligar a habitantes de los pueblos o de las ciudades para servir como soldados o guardias rurales, muchas veces contra su voluntad y bajo la amenaza de muerte, razón por la cual las deserciones eran comunes.

A pesar de las deficiencias antes mencionadas, el gobierno porfirista y sus cuerpos armados lograron cierto nivel de pacificación y estabilidad que no se había visto en el país durante todo el siglo XIX.

Mucho de su relativo éxito se explica por la capacidad del gobierno federal de negociar y lograr la alineación de las élites regionales con las políticas que pretendía implementar, modelo que propició una gran centralización política.

Pero, la aparente pacificación y estabilidad no podía esconder una realidad incontestable: que el proyecto porfirista había dejado fuera del progreso a sectores amplios de la población, situación que marcaría de manera determinante lo que ocurriría a partir de 1910: la Revolución mexicana.


Costos sociales del progreso económico porfirista


Aprendizaje esperado: Explica las contradicciones sociales y políticas del régimen porfirista como causas del inicio de la Revolución mexicaa.

Énfasis: Explicar los costos sociales y políticos del desarrollo económico porfirista.

Porfirio Díaz fue presidente de México durante más de treinta años. Su gobierno se caracterizó por una estabilidad política sin precedentes en el siglo XIX, también, bajo su mandato, la economía recibió un notable impulso.

Cuando Díaz ascendió a la presidencia, enfrentó diversos retos, entre ellos, la bancarrota en que se encontraba la economía del país. Entre las primeras tareas que llevó a cabo en materia económica junto a su gabinete, fue el saneamiento de las finanzas públicas, con el objeto de concretar proyectos productivos.

Asimismo, su política impulsó las inversiones extranjeras, incrementó el tendido de vías férreas e introdujo avances tecnológicos en las actividades minera, industrial, agrícola y comercial.

Conoce más sobre el desarrollo económico que impactó en las esferas política y social entre los años 1876 y 1911.

A partir de 1880, y hasta el final del Porfiriato, en 1911, la construcción de ferrocarriles representó uno de los hechos con mayor repercusión económica. El tendido ferroviario cubrió el territorio nacional: del centro a la frontera norte y del centro-norte hasta el Golfo de México.

En 1884, México tenía 5 731 kilómetros de vías férreas. Para 1898 había aumentado a 12 173 kilómetros y, para 1910, a 19 800 kilómetros. Las vías férreas también cambiaron el paisaje del país, y se generó un crecimiento poblacional y mercantil en los puntos de cruce de las líneas, como Torreón o Irapuato; y las estaciones en la frontera con los Estados Unidos de América, como Nuevo Laredo y Ciudad Juárez, impulsaron el desarrollo de esas ciudades.

De ese modo, la comunicación no sólo aumentó, sino que se volvió más eficaz, y permitió, por ejemplo, que disminuyera el tiempo en los traslados de un sitio a otro, tanto de los individuos como de los productos y bienes de consumo; también hubo una reducción en los costos de transporte de ciertos productos y éstos pudieron llegar a más lugares y personas.

Crecieron las líneas de telégrafo, correo y se establecieron las primeras líneas de teléfono. Además, se introdujeron los tranvías eléctricos en ciudades como Guadalajara, Monterrey, Tampico y la Ciudad de México.

Durante el Porfiriato se pretendió alcanzar la modernidad a través del progreso material, el cual se reflejó en la construcción de obras de infraestructura a diversas escalas, como la edificación de escuelas de nivel primaria hasta la Universidad Nacional de México, hospitales como el psiquiátrico La Castañeda, sedes gubernamentales o cárceles como la Penitenciaria de Lecumberri.

Además, se construyeron mercados modernos, como el mercado Hidalgo en Guanajuato y el González Ortega en Zacatecas. Destacaron grandes obras urbanas como el Gran Canal del Desagüe, que sacaba el agua del drenaje y de lluvia de la cuenca de México hacia el valle del Mezquital, reduciendo las inundaciones.

Se amplió la ciudad de Veracruz ganándole 400 metros de terreno al mar, con una nueva bahía artificial donde se edificó un nuevo puerto. El desarrollo económico también impactó en la cultura, se edificaron teatros como el Calderón, en Zacatecas; Juárez, en Guanajuato, y Macedonio Alcalá, en Oaxaca.

Como estudiaste con anterioridad, el gobierno porfirista otorgó facilidades a empresarios extranjeros para adquirir terrenos y establecer sus negocios aquí. Esto generó una serie de cambios y nuevas dinámicas entre la población, tales como la migración hacia las zonas más productivas o el despojo de tierras de medianos y pequeños propietarios.

Los inversionistas extranjeros, principalmente de Estados Unidos de América y de Gran Bretaña, instalaron 
fábricas en los ramos minero, textil y manufacturero. Para el régimen de Porfirio Díaz, entregar concesiones de vías férreas, minas, fábricas y otras industrias a extranjeros hacía que las potencias mundiales aceptaran mejor a su gobierno. 

El Estado permitió que los inversionistas extranjeros manejaran sus empresas y a sus trabajadores de acuerdo con sus intereses. Eran los extranjeros, entonces, los que imponían las condiciones de trabajo a los operarios mexicanos; estos últimos percibían sueldos bajos y sus jornadas eran extenuantes.

De acuerdo con la historiadora Alicia Salmerón, el progreso económico abrió también oportunidades de movilidad social. En un principio, comerciantes pequeños, rancheros, empleados, profesionistas como maestras y maestros encontraron la oportunidad de incorporarse a la vida pública y de ascender socialmente.

Durante el Porfiriato, México se posicionó en el panorama mundial con sus participaciones en exposiciones universales como la de Nueva Orleans, en 1884, y las de París, en 1889 y 1900. Las exposiciones universales eran encuentros donde los países mostraban sus avances científicos y tecnológicos.

En una de éstas, se inauguró la famosa Torre Eiffel, símbolo de las nuevas ciudades hechas de acero. De sus participaciones, México obtuvo más de dos mil enlaces comerciales por los productos que exhibía.

Algunos fueron productos de consumo, como el café de Veracruz, materiales como el ónix de Puebla, las pinturas del paisajista José María Velasco, las esculturas de José Contreras, así como textiles y minerales. A finales del siglo XIX, el comercio interno y externo estaba plenamente consolidado.

El rostro de la economía mexicana al despuntar el siglo XX se perfiló en grado importante desde las haciendas. En éstas trabajaban peones, artesanos, arrendatarios, aparceros y trabadores agrícolas estacionales. Los latifundistas y rancheros contaban con el mayor número de empleados, mientras que los medianos propietarios ocupaban menos manos para hacer prosperar sus propiedades y se resistían a ser absorbidos por los grandes terratenientes.

Las haciendas, que habían aumentado su extensión tras el triunfo liberal, adquirieron aún mayores dimensiones durante el Porfiriato. Esto dio pie a la creación de grandes latifundios. En las haciendas, el comercio, la minería, la ganadería y la agricultura activaban la economía. Cuando conseguían grandes producciones, éstas se llevaban a otros países. Así, México se convirtió en una nación exportadora de materias primas.

Conoce cómo la economía porfirista impactó la vida cotidiana de la población a través del siguiente video del minuto 09:05 al 12:25.

  1. Sociedad, vida cotidiana y cultura en el Porfiriato

https://www.youtube.com/watch?v=KcaaDST977o

 

¿Cuál fue el costo social del progreso económico porfirista?

Para Porfirio Díaz y las élites, la modernización era considerada un éxito, no obstante, para la mayoría de la población significó el origen de una serie de contrariedades políticas, sociales y económicas que en gran medida desencadenaron la Revolución mexicana en 1910.

Por una parte, la concentración del poder en una sola persona por tantos años obstaculizó los caminos para llegar a la democracia política que comenzaron a reclamar varios sectores de la población, quienes, con justa razón, veían en Porfirio Díaz a un gobernante viejo e incapaz de enfrentar los desafíos de un nuevo siglo.

Por otra parte, los beneficios económicos del Porfiriato estuvieron lejos de alcanzar al grueso de la población mexicana, pues ésta se hallaba hundida en la pobreza; la desigualdad social entre ricos y pobres era muy pero muy marcada. Por todos lados quedaban desfavorecidos estos últimos, ya que, además, difícilmente gozaban de una instrucción elemental, menos aún de una educación formal que les permitiera ascender social, económica y culturalmente.

En las haciendas se reproducía el trato predominante del más fuerte sobre el más débil. Con base en esta condición fue que los peones u otros trabajadores quedaron subordinados y sin ningún derecho más que el de trabajar bajo las exigencias de dueños, administradores y capataces. Revisa en qué consistían las tiendas de raya, la forma en que los campesinos recibían su pago:

 

  1. Los hacendados y dueños de fábricas podían pagar a sus empleados con vales aceptados sólo en tiendas administradas por ellos mismos.
  2. Los precios no tenían una regulación, por lo que los dueños de las haciendas podían elevarlos en cualquier momento.
  3. Cuando el salario no alcanzaba para comprar lo necesario, los trabajadores contraían deudas impagables.
  4. Los trabajadores no podían cambiar de empleador o renunciar y, en caso de morir, la deuda pasaba de los padres a los hijos.

 

En la sociedad porfiriana convivían ricos, pobres y un sector medio conformado, entre otros, por profesionistas, empleados del gobierno y medianos o pequeños propietarios.

Si tomas en cuenta que en 1900, de los casi catorce millones de habitantes de México, 71% vivía en zonas rurales, puedes recrear sin dificultad la imagen social que predominaba en los primeros años de la centuria pasada: dispersión de asentamientos, familias numerosas pese a un nivel de mortandad tan alto, precarias condiciones de salud, alimentación deficiente y un sinnúmero de problemáticas que, aunque no eran exclusivas del campo, sí provocaban un impacto social mayor respecto a los pobres de las ciudades, lugar en donde residía menos de un cuarto de la población.

Sin duda, en las ciudades y las fábricas también se vivían condiciones poco favorables. Por ejemplo, uno de los reglamentos emitidos en 1906 estipulaba una jornada laboral de 6 de la mañana a 8 de la noche, es decir, 14 horas corridas con sólo 45 minutos para comer. Además, tenían prohibido visitas y debían pagar los útiles o herramientas que rompieran.

Llegó un momento en el que el régimen autoritario y personalista de Porfirio Díaz ya no pudo ocultar más todos esos problemas y paradojas. Ese momento se dio en 1910, cuando Francisco I. Madero, al ver canceladas todas las vías legales para ocupar la presidencia de México en sustitución del general Díaz, llamó a la Revolución el 20 de noviembre.

Para recapitular las condiciones sociales y laborales de la mayoría de los mexicanos durante el Porfiriato, observa el siguiente video.

  1. El norte y el sur: dos realidades y una causa

https://www.youtube.com/watch?v=xNOeDHfI7_o&t=89s

Como pudiste dar cuenta, la modernización tuvo altos costos sociales. En especial, en el campo, donde vivían cuatro quintas partes de los mexicanos, la presión sobre los pueblos y propietarios menores fue enorme. El gobierno no sólo no los protegió, sino que favoreció la expansión de las grandes haciendas a costa de sus aguas, tierras y bosques. La fuerza del Estado se puso al servicio de un desarrollo identificado con el de la minoría y algunas tensiones sociales crecieron hasta estallar.

El régimen contó con diversos medios de control social, pero la respuesta a las manifestaciones abiertas de descontento popular fue, sin vacilar, la represión.

Los privilegios fueron otorgados a los terratenientes, a las empresas extranjeras, a los grandes comerciantes y, en general a la clase adinerada, que se fueron consolidando de forma paulatina, por supuesto, en menoscabo de los grupos más desfavorecidos.  Con todo, para finales del régimen estos grupos resintieron una estructura política rígida que limitaba sus oportunidades.

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