HACIA LA FUNDACIÓN DE UN NUEVO ESTADO

 

Efectos de la guerra de Independencia


Aprendizaje esperado: Explica las dificultades de México para constituirse como nación independiente.

Énfasis: Explicar la crisis económica, la desigualdad social y la distribución de la población después del movimiento de Independencia.

Cuando México logró emanciparse de España en 1821, además del consenso al que tuvieron que llegar los grupos de poder para reorganizarse políticamente, se debieron tratar con urgencia diversas cuestiones en lo económico, social y en las relaciones diplomáticas con otros países; por sólo referirse a algunos rubros de la vida y marcha de un país.

El recuento de los daños tras una guerra que duró poco más de una década, si bien con diferencias en su magnitud entre las regiones en las que se desarrolló, el estado general era verdaderamente grave.

La hacienda pública se encontraba en bancarrota; el comercio sufría graves afectaciones derivadas en gran medida de la destrucción de caminos y rutas comerciales que ocasionaron las distintas batallas y enfrentamientos armados.

Asimismo, la producción de bienes de consumo se vio trastocada en esos años convulsos; por lo que era lógico que al iniciar México su vida independiente, la mayoría de la población de este extenso territorio, tuviera dificultades para acceder, incluso, a los productos básicos para cubrir las necesidades del diario acontecer.

La clase dirigente se vio obligada a recurrir a los préstamos con naciones extranjeras. Esto ocasionó que, con el paso del tiempo, México se convirtiera en un país endeudado y con poca posibilidad de maniobra económica en sus relaciones diplomáticas.

La conformación social que existía en los primeros años de la vida independiente de México era una herencia del pasado virreinal, pues los hombres que gobernaban y administraban el país, por lo general, pertenecían a un nivel económico alto y/o estable, con todo lo que ello implica; mientras que los mestizos e indígenas, que conformaban al grueso de la población, cuyas ocupaciones se concentraban en el campo, vivían con profundas carencias y enfrentaban enormes dificultades para sortear su cotidianeidad.

El crecimiento poblacional sucedió de modo lento. La distribución fue desigual por factores como el de la lejanía o cercanía que existía con la Ciudad de México o con las ciudades que habían tomado importancia desde el Virreinato, tales como Puebla, Guadalajara y Veracruz.

Algunas regiones del norte también experimentaron cierto aumento en su población; mientras que el Pacífico norte y el Golfo de México mantuvieron pocos habitantes.

Para conocer más sobre la vida de la población en el siglo XIX observa el siguiente video del minuto 01:02 al 02:21; del 05:29 al 08:54 y del 10:21 al 12:05.

  1. De la consumación de la Independencia al inicio de la Revolución mexicana (1821-1911)

https://www.youtube.com/watch?v=WKh6xVK9SuA

Durante los primeros años de vida del México independiente la quiebra en la hacienda pública provocó, entre otras cosas, la imposibilidad de cubrir los gastos del ejército y de los empleados del gobierno.

Como se menciona, en las primeras administraciones de México, la elite gobernante recurrió a préstamos con naciones extranjeras como Gran Bretaña, España, Francia y Estados Unidos de América que, más que representar una solución, se tradujeron en deudas insostenibles que posteriormente provocaron, entre otras cosas, la intervención armada de potencias europeas.


Algunos centros productivos, como las haciendas y minas, quedaron en el abandono porque sus propietarios, por lo general peninsulares, huyeron de la guerra de Independencia y regresaron a sus lugares de origen.

Por tanto, las actividades minera y agrícola quedaron fracturadas; y no era para menos, pues como advierte el historiador Jaime Rodríguez: “las minas de plata servían como motores del crecimiento económico, fomentando la expansión de la agricultura, el comercio y la industria”. Además, con la ausencia de ese grupo de propietarios, se había dado una pérdida de capital, el dinero se había sacado del territorio, lo cual se resintió desde 1810 y cuando concluyó la guerra en 1821 el panorama no había cambiado, al contrario, se había acentuado.

El desempleo y escasez de trabajo eran una constante debido a los factores anteriores, así como por la destrucción de los obrajes en la lucha independentista y los obstáculos para conseguir materia prima para echarlos a andar y distribuir las mercancías.

El gobierno mexicano impuso tarifas arancelarias y financió la modernización de la industria textil, no obstante, este sector no pudo sobreponerse a la crisis en que estaba hundida debido, otra vez, a la escasez de capital.

Entre 1810 y 1821 los pequeños propietarios sufrieron el despojo de sus tierras. De poder producir sus propios cultivos y ponerlos a la venta, pasaron a una producción exclusivamente de autoconsumo. También se dejaron de ocupar grandes extensiones de tierra para los cultivos que en otros tiempos habían sido redituables. Los principales productos de exportación continuaron siendo como en la etapa virreinal, los metales preciosos, especialmente la plata.

La destrucción o afectación de rutas comerciales y, en general de diversos caminos, provocó diferentes problemáticas, no sólo de tipo económico sino también social. Los asaltantes de caminos y el incremento de los actos delictivos de mano de bandidos o forajidos ocasionaron una situación de inseguridad. En suma, transitar de un punto a otro era muy difícil y peligroso.

Con los elementos que se han trazado se puede afirmar que, en efecto, fue un reto sostener la economía en México y reestablecer un orden social después de la ruptura con la política virreinal que había durado casi trescientos años.

La configuración social en los primeros años del México independiente se perfiló por una aguda desigualdad entre los distintos grupos, grosso modo: españoles y criollos, mestizos e indígenas.

Alrededor de cuarenta por ciento de la población era mestiza, otro tanto se integraba por comunidades indígenas, casi 20 por ciento eran criollos, había una minoría de europeos y otra de afroamericanos descendientes de esclavos.

Los contrastes entre riqueza y pobreza, entre hacendados y peones, entre aristócratas, clases medias y leperos eran evidentes. El clero secular y regular, el ejército, las milicias cívicas, los comerciantes, los terratenientes, los grupos financieros y los miembros de la clase política dominaban al resto de la sociedad.

El territorio nacional, en 1821, abarcaba más de 4 500 000 kilómetros cuadrados, extendiéndose en el norte hasta California, Nuevo México y Texas, y, hacia el sur, se prolongaba hasta Centroamérica. En el transcurso de las siguientes tres décadas, el país quedó reducido a menos de la mitad de su extensión original, con motivo de la separación de América Central y Texas, la guerra de 1847 y la venta de la Mesilla en 1853.

La población estaba distribuida de forma desigual, con una mayor concentración en el centro y sur del país y zonas relativamente despobladas en las provincias del norte y en los litorales, exceptuando los puertos marítimos o el cruce de caminos.

Esa dinámica se explica por las características geográficas y por el desarrollo cultural que fue adquiriendo y distinguiendo a una región de otra, tanto antes como después de la llegada de los europeos a este vasto territorio.

En los primeros años del México independiente, el aumento poblacional sucedió de manera paulatina. En 1820 había 6 204 millones de habitantes, mientras que, en 1827, la cifra había aumentado a 8 millones.

El desplazamiento de la población se dirigió hacia las ciudades. La más solicitada fue la Ciudad de México, así como Puebla, Guadalajara y Veracruz, que desde antes de la Independencia se habían configurado como centros de población de relevancia. Sin embargo, hay que destacar que, durante buena parte del siglo XIX, la mayoría de la población en el país era rural. 

Al igual que en el Virreinato, durante el México independiente la Iglesia católica aún ejercía un control de primer
orden sobre las conciencias, la filosofía, el arte, la economía, la vida cotidiana y el poder político.

En suma, la manera en que se fue desarrollando la vida económica, social y cultural del México independiente fue decisiva para que, en la segunda mitad del siglo XIX, los liberales cuestionaran tanto el orden de cosas general como la preponderancia religiosa y, más aun, visualizarán y concretarán la posibilidad de transformar su entorno en una sociedad moderna y liberal, tal como se estaba dando en otras naciones.

Como te puedes dar cuenta, fueron muchos los desafíos que enfrentaron los mexicanos cuando se volvieron libres.

No sólo tuvieron que decidir el tipo de gobierno que mejor podría orientar los caminos de una nueva nación, sino que tuvieron que enfrentar la crisis económica que en gran medida había sido una de las secuelas del enfrentamiento entre insurgentes y realistas; pensar en el tránsito de una sociedad tradicional a una que también estuviera acorde a los aires de libertad e independencia alcanzados en 1821.

Asimismo, fue bastante difícil tratar de gobernar un nuevo país territorialmente tan extenso y diverso.

Federalistas y centralistas

Aprendizaje esperado: Explica las dificultades de México para constituirse como nación independiente.

Énfasis: Explicar las diferencias entre el proyecto de república federalista y el centralista.

Como recordarás, el Plan de Iguala llamó a la unión de todos los habitantes de la América Septentrional para conformar una nación libre e independiente, bajo el nombre de “Imperio Mexicano” cuyo sistema de gobierno sería una Monarquía Constitucional, es decir, el país iba a ser gobernado por un monarca o rey.

Mientras Fernando VII o algún miembro de su familia aceptaba el trono del Imperio mexicano, se formó una regencia de cinco miembros cuyo presidente fue Agustín de Iturbide.

A un año de la proclamación del Plan de Iguala, el 24 de febrero de 1822, el Congreso inició sesiones para redactar una Constitución.

Estuvo integrado, en su mayoría, por hombres formados en el derecho que tenían alguna experiencia legislativa, estos representaban los intereses de sus provincias y eran de filiación federalista o centralista.

El regente Iturbide, con amplísimas atribuciones, buscó limitar las funciones de las diputaciones provinciales, instituciones que representaban a los grupos políticos y locales.

Además, cobró impuestos directos sobre la riqueza agrícola, comercial e industrial, lo cual generó gran descontento debido a que el país iba saliendo de una guerra y aún se restablecían los campos para la agricultura y el comercio, motivo por el cual los representantes de las provincias cada vez se le contraponían más.

La madrugada del domingo 19 de mayo de 1822, un levantamiento militar y popular proclamó a Agustín de
Iturbide emperador y pidió al Congreso que autorizara dicho cargo porque, supuestamente, era voluntad del pueblo.

El Congreso Constituyente se reunió y, finalmente, con 45 votos a favor declaró a Agustín de Iturbide emperador del Imperio mexicano.

Aunque la mayoría votó a favor, una vez coronado se interpretaría como una imposición, lo que multiplicó los enfrentamientos y la organización de una conspiración republicana.

El 31 de octubre de 1822 el emperador Agustín I disolvió el Congreso.

La nueva conformación política, es decir el Imperio mexicano, resultó inoperante, el descontento dio lugar a la rebelión de las provincias y al pronunciamiento del general Antonio López de Santa Anna, el 2 de diciembre de 1822, con el Plan de Veracruz como bandera, en el que desconocía a Iturbide y se exigía el restablecimiento del Congreso.


Para hacer frente al levantamiento de Santa Anna, Iturbide envió a combatirlo a los generales del Ejército Trigarante: José Antonio de Echávarri, Luis Cortázar y José María Lobato, quienes finalmente decidieron apoyar a Santa Anna y promulgar el Plan de Casa Mata en Veracruz, el 1 de febrero de 1823.

El Congreso declaró ilegal al Imperio de Iturbide, a quien se le ordenó exiliarse en Europa, y asumiendo toda la soberanía nombró a un Supremo Poder Ejecutivo Provisional formado por tres generales: los insurgentes Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria, y al realista Pedro Celestino Negrete, con dos suplentes.

Si bien el Congreso comenzó a ejercer el gobierno, las diputaciones y el ejército le exigieron el cumplimiento del Plan de Casa Mata, que establecía la elección de un nuevo Congreso.

Por su parte, el ejército trató de convocar a las provincias y de formar un gobierno provisional, pero la declaración de ilegalidad del imperio permitió que las provincias asumieran su respectiva soberanía, por lo que la fragmentación del territorio parecía inevitable.

La diputación provincial de Guadalajara desconoció al Congreso y al Poder Ejecutivo Provisional que éste había nombrado.

El 12 de mayo, los diputados declararon establecido el Estado Libre y Soberano de Jalisco, ejemplo seguido por Oaxaca, Yucatán y Zacatecas, que aclaraba que no deseaba dañar a la unidad y que una federación lograría “el bien de la patria”. En julio, Guatemala, que se había unido al Imperio mexicano, se separó.

En este contexto la clase política del estado de Jalisco se convirtió en la dirigente del movimiento federalista, que no tardó en ser respaldado por los principales actores de la República: las regiones, ahora estados, que ya tenían sus instituciones representativas y no estaban dispuestas a perder su autonomía respecto a un poder central.

El fin del Imperio dio paso a la organización de un gobierno republicano a través de un segundo Congreso Constituyente que se reunió en noviembre de 1823 y se dedicó a discutir qué tipo de república debía ser México: ¿federalista o centralista?

Hay que destacar que al referirse al federalismo o al centralismo se habla de formas de Estado, es decir, el sistema de gobierno con el cual se organiza una nación.

El federalismo significa “pacto”, por lo tanto, es una forma de gobierno donde hay acuerdo y unión entre varias entidades territoriales, llamadas estados o provincias, que delegan parte de su autonomía en una autoridad general: el Estado.

Este sistema busca establecer acuerdos de unión o alianzas que permitan responder y dar soluciones más asertivas y rápidas a los problemas que afectan a la sociedad. Para los federalistas lo fundamental consistía en evitar un poder central despótico y favorecer lo más posible a los intereses locales.

En el siglo XIX, México fue República federal entre los periodos de 1824 a 1835 y de 1846 a 1853. Sus principales características eran éstas:

  • El gobierno se dividía en tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.
  • Estados libres y soberanos. Eran 19 estados, 5 territorios y el Distrito Federal.
  • Tenía una cámara de diputados y una de senadores.
  • Todos los varones adultos eran electores, es decir, podían votar y ser votados.

Por su parte, el centralismo significa concentrar el poder en una sola persona. Es una forma de gobierno que se caracteriza por un poder central que concentra las funciones político-administrativas del Estado y posee las facultades necesarias para crear leyes para todo el país. Para los centralistas lo fundamental era la seguridad nacional y eficacia.

México fue república centralista de 1835 a 1846. Sus principales características eran:

  • El gobierno se dividía en cuatro poderes: ejecutivo, legislativo, judicial y supremo poder conservador, cuya tarea principal era supervisar a los otros tres poderes para que ninguno excediera sus funciones y podía declarar su incapacidad física o moral para gobernar.
  • Había departamentos, no estados, y los gobernantes eran elegidos por el presidente.
  • Existía una Asamblea departamental con poderes limitados para legislar.
  • Definía a los electores y el número de ellos de acuerdo con sus ingresos monetarios.

La principal diferencia entre el centralismo y el federalismo radica en la autonomía y soberanía de los diferentes estados que constituyen el país.

En el lado de los federalistas destacaron los caudillos y ex insurgentes Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria, y por supuesto Miguel Ramos Arizpe “el padre del Federalismo”, entre otros políticos que señalaron la necesidad de establecer una república federal como en los Estados Unidos de América y Francia.

Por parte de los conservadores estaban Lucas Alamán, uno de sus principales ideólogos, y Carlos María de Bustamante, quien también fue insurgente durante la lucha por la Independencia.

Además del alto clero, terratenientes y comerciantes, porque el centralismo les garantizaba conservar sus fortunas y privilegios.

Para conocer más sobre las diferencias entre el federalismo y el centralismo observa el siguiente video.

  1. Fray Servando Teresa de Mier, precursor de liberalismo

https://www.youtube.com/watch?v=99ApZkxOLgo&t=97s

El Congreso Constituyente se instaló en 1824. Al frente de la comisión de la redacción de la Constitución se encontraba Miguel Ramos Arizpe.

El 31 de enero de 1824 se emitió el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana y el Congreso continuó legislando hasta el 4 de octubre, día en que se promulgó la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, en la que se establecía que México sería una nación independiente, su forma de gobierno sería una república representativa popular federal y estableció la división de poderes en: legislativo, ejecutivo y judicial.

El poder ejecutivo estaría representado por un presidente y vicepresidente electos por cuatro años. El poder legislativo estaría conformado por dos cámaras: diputados, con representación proporcional de la población, y el senado, formado por dos miembros de cada estado. Además de que se respetaría la soberanía de los estados en sus asuntos internos, la religión católica sería la única y habría libertad de imprenta y palabra.

El gobierno federal sería sostenido por un ejército y una burocracia pagados por los estados.

Los factores que ayudaron a establecer una República federal fueron:

  • La mayoría de los miembros del congreso apoyaban el federalismo y una minoría el centralismo.
  • En ese momento, el ejército se encontraba dividido y no influyó en la discusión sobre la forma de gobierno, la cual quedó en manos de las élites locales y sus representantes en el Congreso.

Con base en la nueva Constitución hubo elecciones para presidente y vicepresidente. El 10 de octubre de 1824, Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo encabezaron el poder ejecutivo de ese primer gobierno republicano de nuestra historia

Realiza una breve recapitulación, México nació a la vida independiente bajo el nombre de Imperio mexicano, con el sistema de gobierno de una monarquía constitucional. Mientras se designaba a un monarca se gobernó con un regente depositario del poder ejecutivo, y un Congreso Constituyente que se encargaría de redactar la Constitución. Posteriormente, Iturbide sería declarado emperador, y ante el fracaso de este primer intento de gobierno, en un nuevo Congreso se disputó la nueva forma de gobierno de la república: ¿federalista o centralista?

En síntesis, el federalismo es una forma de gobierno donde hay acuerdo y unión entre varias entidades territoriales, llamadas estados o provincias, que delegan parte de su autonomía en una autoridad general, el Estado. Para los federalistas lo fundamental consistía en evitar un poder central despótico y favorecer lo más posible a los intereses locales.

El centralismo es una forma de gobierno que se caracteriza por un poder central que concentra las funciones político-administrativas del Estado y posee las facultades necesarias para crear leyes para todo el país. Para los centralistas lo fundamental era la seguridad nacional y eficacia.

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